miércoles, 29 de junio de 2011

Blah, Blah, Blah Interminable…



Aunque podría parecer que me refiero a la fatídica canción del Potro, en realidad hablo del cuchicheo interminable que me pone los nervios de punta e impide que mi día en el trabajo (que ya de por sí es una ladilla) transcurra en total paz.
No les ha pasado que justo cuando estás en el máximo pico de creatividad o cuando simplemente te dispones a navegar sin rumbo por el cibermundo, es justamente en ese momento cuando alguien se acerca a tu puesto con una idea “genial” o sale algún tema “interesante” del que todos deben participar, porque quien no lo haga es visto como el “mala sangre”.
Yo me cansé de esa vaina, porque… ¿quién dijo que uno tiene que hablar a juro?... Lo peor es cuando ni siquiera estás incluido en la conversación y las cotorras que ahorran que “trabajan” contigo no hacen más que hablar sin cesar. Por ende, igual uno se tiene que calar que las mil y un vainas ladillas de las que podrían hablar.
¿Mi solución? Quizás un poco obvia, pero ¡gracias Dios por el Ipod!… Audífono en mano procedo a desconectarme de la oficina y conectarme con mi nuevo mejor amigo… La canción que suena, haciendo honor a la habladuría de la que intento escapar: Blah, Blah, Blah del Potro Álvarez.